
La compleja trayectoria de Cheney (Christian Bale), que abarca medio siglo, desde que era un trabajador eléctrico en Wyoming hasta convertirse en presidente de facto de los Estados Unidos ofrece una visión cargada de humor negro y a menudo perturbadora del uso y abuso del poder institucional.
Guiado por su formidable y leal esposa, Lynne (Amy Adams), y bajo la tutela del brusco y bravucón Donald Rumsfeld (Steve Carell), Cheney se fue haciendo un hueco en la estructura de Washington D.C., empezando por la administración Nixon, para convertirse después en jefe de gabinete de la Casa Blanca con Gerald Ford y, tras cinco mandatos en el Congreso, Secretario de Defensa para George H. W. Bush.
En el año 2000, abandonó su cargo como consejero delegado de Halliburton para presentarse como vicepresidente de George W. Bush (Sam Rockwell) con el entendimiento implícito de que ejercería un control casi sin cortapisas, que lo convertiría prácticamente en copresidente.