La segunda película del guionista y director James Mangold ( ‘El tren de las 3:10’, ‘Logan’), es un drama de corrupción protagonizado por un Sylvester Stallone que quería dar un cambio a su carrera y engordó unos 15 kilos para el papel, frente a pesos pesados como Robert De Niro y Harvey Keitel.

Freddy Heflin (Stallone) es el sheriff de una pequeña ciudad de Nueva Jersey, donde reside un buen número de policías de Nueva York. Freddy, un tipo amable y de buen carácter al que nadie toma en serio. Y, aunque Heflin no se beneficia de la corrupción encabezada por Ray Donlan (Keitel) y otros policías, es cómplice al permitirlo. Hasta que, una noche, Babitch (Michael Rapaport) mata a dos chicos negros y sus compañeros tratan de encubrirlo colocando un arma en el coche de los fallecidos. Se arma un gran revuelo que llega hasta los medios de comunicación, lo que hace que Moe Tilden (de Niro), teniente de Asuntos Internos, tenga que investigar el caso. Entonces Freddy se ve obligado a hacer una elección entre proteger a sus ídolos o defender la ley.