La oscura realidad que ocultaba Skyler White

En los tiempos del #MeToo, en los que se discute lo podrida que está la industria del cine y la televisión (y la sociedad en general), se puede recuperar una serie como Breaking Bad de AMC. Sí, técnicamente puede sonar irresponsable porque está creada por un hombre, Vince Gilligan, y los papeles con más minutos en pantalla están en posesión de dos hombres, Bryan Cranston y Aaron Paul, pero había una joya detrás de ellos dos que despertó de forma inconsciente el machismo latente en la sociedad: el personaje de Skyler White interpretado por Anna Gunn

La serie se centraba en la historia de un hombre normal y corriente, Walter White (Cranston), que un día se encontraba contra la espada y la pared y decidía cruzar al lado oscuro (ese “breaking bad” del título). Como consideraba injusto tener cáncer y no tener recursos suficientes para sanear las cuentas para su esposa Skyler, su hijo con parálisis cerebral y una hija que estaba en camino, decidía ganarse un sobresueldo cocinando y vendiendo droga.

¿Pero qué pasaba con esa mujer que de repente se encontraba metida en el narcotráfico? Mientras Walter argumentaba por activa y por pasiva que cometía esas atrocidades por el bien de su familia, ella era víctima de estos mismos delitos, encontrándose en una situación imposible: delatar a su marido o ubicarse al otro lado de la ley como él.

Pero la audiencia no reaccionó de forma muy amable con el personaje de la mujer. Anna Gunn se quedó tan horrorizada al ver que el odio hacia el personaje se canalizaba en odio hacia ella que escribió un interesantísimo artículo en el New York Times donde denunciaba la situación. Para entender el listón, este era uno de los mensajes que había podido leer: «¿Puede alguien decirme dónde puedo encontrar a Anna Gunn para matarla?».

No dejaba de ser una paradoja. Un sector del público admiraba a Walter White por convertirse en un criminal que llenaba las calles de Albuquerque de cristal azul y, en cambio, detestaba la persona que se atrevía a encararse con él. «¿Puede ser que no soporten una mujer porque no sufre en silencio o apoya incondicionalmente a su marido?», planteó Anna Gunn en su artículo.

No era una simple pregunta lanzada al aire. Ella tenía clara la respuesta: «Finalmente entendí que el odio hacia Skyler tenía poco que ver conmigo y mucho que ver con su percepción de las mujeres y las esposas. Como Skyler no se conformaba con el ideal arquetípico de la mujer, se había convertido en un test de Rorschach para la sociedad, una forma de medir nuestras actitudes hacia el género».

No le faltaba razón. El éxito de Walter White provenía de lo bien que Gilligan canalizaba las frustraciones del ciudadano medio: la monotonía del trabajo, las dificultades para proveer un futuro mejor a los hijos, la incapacidad de pagar facturas. Walter White era un símbolo de rebeldía muy corrupto. Skyler, de forma inconsciente, despertó el machismo de un sector del público, que la percibía como «castradora» simplemente por no pasárselas todas a su marido. El problema no era el guión de Gilligan, siempre interesado en mostrar la complejidad de Skyler y sus decisiones, sino la mirada de los espectadores.

Una década después del estreno de Breaking Bad, merece la pena recordar el personaje de Skyler White por lo que aportó dentro del esquema de la serie y por la realidad que destapó en un plano más social. Y también merece la pena recordar el trabajo de Anna Gunn, que fue víctima de esa misoginia pero afortunadamente vio reconocido su trabajo con dos premios Emmy, uno en 2013 y otro en 2014.

Por Pere Solà @PereSGimferrer  

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